Notas que son como gotas de agua que van cayendo en una superficie blanda que se convierte en un mar con diminutas olas que crean energía que produce movimiento que agita la tierra que sacude torres que contienen emociones que salen volando hacia un cielo azul que se torna naranja con un sol que proyecta rayos que se dirigen hacia un camino serpenteante que lleva a un bosque que encierra sombras que son pobladas por pequeños seres que tocan esas notas.

Regresos

Qué fácil es distraerse del camino, aún cuando este camino no se recorre por obligación, si no por placer. Cuántas veces, en un intento de acercarse a lo corriente, dejamos de cultivar aquellas cosas que son las que nos distinguen, que van perfilando poco a poco nuestra huella en este tiempo/espacio que ocupamos. Aunque, en este viaje a tientas, también es necesario detenerse, pues caminamos con las manos extendidas, y en muchas ocasiones estas manos no tienen fuerza para empujar lo que se presenta delante de ellas, ni tan siquiera para rozarlo.
Y esas manos que caminan, que miran, que oyen, sienten, piensan, son guardadas en el bolsillo de la cotidianeidad, y uno olvida que las dejó allí, no vuelve a acordarse de ellas...y pasan días, semanas, meses...y ni uno mismo echa en falta esas manos, que han sido sustituidas por unos pies que caminan, por unos ojos que miran, por unos oídos que oyen, por un alma que siente, por una cabeza que piensa. Se abandona la incertidumbre para regresar a lo real, las luces se han encendido, no hay necesidad de caminar a tientas.
Sin embargo, y como en realidad sabemos desde el principio del camino, esa oscuridad no es tal, no es negrura, no es ceguera, ni imposibilidad de conocer aquéllo con lo que nos hemos topado. Ese tentar con las manos es un palpar, un detenerse a dibujar formas, un recrearse en ellas.
Por eso, un día, decidimos volver a sacar las manos del bolsillo, y apagar la luz.

Miles en los jardines de Aranjuez

Joaquín Rodrigo: Concierto de Aranjuez, 1939 / Miles Davis: Sketches of Spain, 1959

Me imagino a ese señor de grandes ojos negros, con la trompeta en la mano, paseando por los jardines del palacio madrileño una tarde de invierno, los árboles desnudos, el vaho saliendo de la boca, las huellas en el barro, el eco de la melodía en el aire que envuelve ese paseo...y al final del camino, al valenciano de gafas oscuras sentado en un banco, fumando en pipa y extendiendo la partitura entre sus dedos...un encuentro peculiar, sin duda.
La fotografía, por cierto, pertenece a la serie que Irving Penn dedicó en 1986 al trompetista.
Dejo el primer vídeo, y un enlace del segundo, que no puedo insertar:



http://es.youtube.com/watch?v=CMztZq-h0x4

And I don't have to tell you it's all too beautiful

Provoca quien puede, no quien quiere, o, dicho de otra forma, se siente provocado el que busca sentirse así, el que se ofende, el que se da por aludido. El nombre de Tracey Emin siempre ha estado ligado a la polémica, pues muchos han considerado su obra excesiva, irreverente, narcisista, insultante. Y es así porque el lenguaje de Emin se balancea entre lo privado y lo público como una peonza que gira sin cesar y que jamás detiene su elíptico movimiento, porque exhibe su vida de tal manera que la acaba convirtiendo en algo que nos concierne a todos; y, yendo más allá, logra, aunque sea de forma esquiva, indirecta, puede que incluso involuntaria, que en ese exceso todos encontremos algo de nosotros mismos, de nuestras propias experiencias.
Hay una parte de la producción de Emin que expresa de forma muy abierta esa disyuntiva entre lo público y lo privado, y son las mantas bordadas a manera de collages, en las que la palabra se erige como protagonista de la obra, en principal portadora del mensaje. Frases contundentes, directas, que no dejan lugar a ningún juego de doble intencionalidad, que hablan de amor, sexo, racismo, muerte, odio; de los traumas de la artista y de los traumas de nuestra sociedad. Y el hecho de que el soporte sean colchas, colchas muy parecidas a esas de patchwork que se hacían antaño, no puede ser gratuito. No hay espacio más íntimo que aquél en el que cubrirse con ellas, y no hay nada más escandaloso que lanzar esos gritos, esas palabras desnudas al aire, como queriéndose destapar, queriendo ser vistas, debiendo ser vistas. Es un acto de provocación, sí; pero no resulta molesto, si no más bien todo lo contrario: indispensable.

La cebolla

Cuando vino a este mundo, la cebolla no presentaba capa alguna. Estaba su cuerpo desnudo, el corazón al aire, accesible para todo aquél que quisiese acercarse a mirar, a tocar, a adentrarse. Poco a poco, las capas fueron apareciendo. Primero, para refugiarse del frío, pues allí donde vivía la cebolla, soplaba fuerte el viento. Después, para protegerse de extraños, pues cayó en la cuenta de que su corazón estaba demasiado expuesto y, en muchas ocasiones, provocaba envidias, recelos, e incluso algún ataque. Esto le hizo mucho mal, y con el tiempo se fue convirtiendo en una cebolla suspicaz, que veía amenazas allí donde no las había, y decidió sobreproteger su corazón, a base de más y más capas. Ya no rechazaba únicamente a desconocidos, sino que comenzó también a apartar de su lado a las cebollas hermanas, aquéllas que la querían, que conocían bien su interior, ya que al fin y al cabo, según pensó, eran todas cebollas de la misma naturaleza, tanto las amigas como las no amigas.
Un día, la cebolla se miró en un espejo, y no se reconoció. Se vio pesada, cargada de miles y miles de capas que impedían cualquier tipo de movimiento, cualquier tipo de sensación. Buscó dentro, para ver si su corazón seguía, al menos, intacto, como ella pretendía, pero no lo encontró. Se preguntó cómo había llegado a ese estado, cómo podía haberse quedado sin corazón. Decidió entonces despojarse de ellas, empezando por las últimas, las que la habían separado de su familia, y así, les dejó ver cómo debajo de ellas lo único que había era miedo, y les pidió por favor que la ayudaran a quitarse las demás. Y de esta forma, la cebolla se arrancó la piel, quedando su corazón de nuevo al aire, al contacto con el sol, con la lluvia, con el viento, despreocupada de amenazas externas; y es que la cebolla se dio cuenta de que, en realidad, estando desnuda era como mejor podía protegerse.

Nuevo hallazgo

Nirvana: Nevermind, 1991 / Pink Freud: Sorry Music Polska, 2002

Y escuchando, escuchando, hoy me encontré otro tesoro musical, de esos de los que hablaba el otro día...
En esta ocasión es la versión que hacen Pink Freud, banda de nu jazz, jazz contemporáneo, jazz experimental o la etiqueta que le queráis poner, del tema de Nirvana Come as you are, desprovista ahora de la decadente tosquedad de la voz de Kurt Cobain, y reconvertida en una pieza instrumental, lenta, que sorprende en algunos momentos..
Nada que ver, si no fuera porque la melodía es la misma...




Tina Modotti

De nuevo, una mujer fotógrafa...quizá porque en la mirada de la mujer me siento más cómoda...porque, en secreto, quisiera ser como ella...porque merece un alto en este caminar a tientas... o, simplemente, porque me gusta contemplar sus fotografías, algunas pausadas, delicadas, retratos de lo cotidiano; otras más enigmáticas, abstractas, construcciones geométricas en espacios extraños. Me hablan estas imágenes de una doble visión: la emocional, la vinculada al sentimiento, la que narra historias, y la racional, la que investiga, la que juega con la percepción.